jueves, 8 de julio de 2010
Anillamiento científico.
Hace unas semanas expresaba yo en este blog mis reservas sobre que la técnica denominada "anillamiento científico" de aves fuera realmente una técnica válida para el estudio científico, en razón a su elevada mortalidad. Sin embargo, estoy llegando la conclusión de que hay ciertas investigaciones que requieren, precisamente, de las dos características que tiene esta técnica: señalar e individualizar. Así, por ejemplo, me parece imprescindible para conocer la evolución del estado físico de un ave a lo largo de sus desplazamientos o en su vida en una zona concreta. El anillamiento constante en un cierto lugar va a permitir conocer cómo evolucionan las reservas de grasa en una serie de especímenes a lo largo de las diferentes estaciones del año, horas del día, ciclos biológicos, fenómenos atmosféricos, etc. Lo mismo cabe decir de la evolución de la biometría. Investigaciones ambas sumamente importantes en el contexto de la biología de la conservación. Otra investigación que requiere señalar y singularizar es la de parasitología. Tanto el estudio del ectoparasitismo como del endoparasitismo requiere del seguimiento de las aves analizadas. Poco a poco irán a apareciendo decenas de actividades que requieren anillamiento. Respecto a la alta mortandad, supongo que es posible mejorar mucho los datos cuando los anilladores dominen la técnica y se conviertan en expertos, siempre que se priorice el bienestar del ave (ejemplar único, insustituible) sobre los resultados a corto plazo. Sobre este tema de la mortalidad causada como consecuencia indeseada por estudios científicos, la literatura científica es abundante. Ahora mismo tengo entre manos dos libros sobre este tema, con discusiones muy interesantes sobre el mismo. Uno de la Universidad de León y otro de la Universidad de Cádiz.
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