Mi Código de la Circulación por la carretera de la vida.

"Yo soy solo uno. Puedo hacer solo lo que uno puede hacer; pero lo que uno puede hacer, yo lo hago" (John Seymour, 1914-2004). //La sinceridad está sobrevalorada.// Antes de hablar ten claro que las palabras sean más oportunas que el silencio.// No discutas nunca con un imbécil. Te obligará a rebajarte a su nivel y te ganará por experiencia.// ¡Cuántas veces no se pretende sólo derrotar al contrario, sino más bien hundirle tanto en lo profesional como en lo personal!// ¿Quieres ser feliz un instante (o dos)? ¡Véngate! ¿Quieres ser feliz para siempre? ¡Perdona!// Cuanto más pequeño es un corazón, más rencor alberga.// No juzgues. Todas las personas te pueden sorprender si les das la oportunidad.// Tú sigue adelante, si alguien quiere ir contigo, que tire también.// No mires mucho alrededor, sigue adelante pues como dijo no sé quién: "es preferible pedir disculpas a pedir perdón".// No es posible caer bien a todo el mundo. Hagas lo que hagas unos te querrán y otros te aborrecerán. Es inevitable.// El ser humano forma parte de la Naturaleza y es un ser vivo como los demás (árboles, zorros, libélulas, bacterias) por lo que está sometido a los mismos procesos vitales.// Las religiones son el principal enemigo de la salud mental.// Si soy normal, y hago esto y lo otro, seguro que todas las demás personas harán lo mismo o cosas parecidas.

viernes, 27 de mayo de 2011

La transformación del paisaje.

El paisaje es una expresión de la comunidad. El paisaje ha ido construyéndose entre todas las personas que actúan sobre él. El paisaje urbano o no urbano son historia pública. El paisaje está siempre en transformación, pero como creación conjunta que es, su transformación también ha de ser democrática. La modificación del paisaje ha de ser una tarea colectiva. No se puede abandonar este compromiso en manos de los profesionales, los cuales, ocultando a veces sus razonamientos bajo un lenguaje experto, se arrogan la competencia exclusiva en la modificación del paisaje. Contra el urbanismo de los urbanistas, contra la ciencia de los técnicos profesionales, la comunidad ha de ser llamada a la toma de decisiones trascendentales. El diseño tiene una dimensión política porque tiene una repercusión pública. La forma de desarrollo de los proyectos modificadores del paisaje ha de formar parte de los proyectos desde sus inicios. Contra la imposición técnica. Cada enunciado arquitectónico es autoritario, no busca el diálogo. Sin embargo al ser el paisaje una expresión de la comunidad, no se puede dejar en unas pocas manos; las cuales además, a veces, bajo la jerga técnica ocultan los intereses de una parte de esa comunidad: la transformación como inversión, la transformación atendiendo a los intereses del dinero,... Parece que el lenguaje experto, la jerga, tiene una solución siempre ¿Los que viven allí no tienen nada que decir? La participación de toda la comunidad no es una condición meramente deseable, sino que deviene en una exigencia de excelencia. La transformación ha de ser colectiva, enriquecida con múltiples puntos de vista. Lo contario no es más que otra forma más de injusticia medioambiental.

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