Mi Código de la Circulación por la carretera de la vida.

"Yo soy solo uno. Puedo hacer solo lo que uno puede hacer; pero lo que uno puede hacer, yo lo hago" (John Seymour, 1914-2004). //La sinceridad está sobrevalorada.// Antes de hablar ten claro que las palabras sean más oportunas que el silencio.// No discutas nunca con un imbécil. Te obligará a rebajarte a su nivel y te ganará por experiencia.// ¡Cuántas veces no se pretende sólo derrotar al contrario, sino más bien hundirle tanto en lo profesional como en lo personal!// ¿Quieres ser feliz un instante (o dos)? ¡Véngate! ¿Quieres ser feliz para siempre? ¡Perdona!// Cuanto más pequeño es un corazón, más rencor alberga.// No juzgues. Todas las personas te pueden sorprender si les das la oportunidad.// Tú sigue adelante, si alguien quiere ir contigo, que tire también.// No mires mucho alrededor, sigue adelante pues como dijo no sé quién: "es preferible pedir disculpas a pedir perdón".// No es posible caer bien a todo el mundo. Hagas lo que hagas unos te querrán y otros te aborrecerán. Es inevitable.// El ser humano forma parte de la Naturaleza y es un ser vivo como los demás (árboles, zorros, libélulas, bacterias) por lo que está sometido a los mismos procesos vitales.// Las religiones son el principal enemigo de la salud mental.// Si soy normal, y hago esto y lo otro, seguro que todas las demás personas harán lo mismo o cosas parecidas.

viernes, 6 de mayo de 2011

Taxonomía.




LOS JUSTOS.



Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.

El que agradece que en la Tierra haya música.

El que descubre con placer una etimología.

Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.

El ceramista que premedita un color y una forma.

El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.

Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.

El que acaricia a un animal dormido.

El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.

El que agradece que en la Tierra haya Stevenson.

El que prefiere que los otros tengan razón.

Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.

Jorge Luis Borges.




Qué imágenes tan delicadas ¿verdad? es una enumeración de una simplicidad hermosa, pero tan caótica como las enumeraciones de los antiguos, previas a la razón categorizada. Me recuerda a las clasificaciones de los libros de ciencias naturales chinos o de los bestiarios medievales, que utilizan una categoría distinta para cada grupo. Clasifican los animales en animales con piel, animales que echan fuego por la boca, animales que vuelan, animales que nadan en el mar, animales que se pueden comer, etc. Con lo cual el caos, para una mente occidental está asegurado porque ¿no es posible nadar en el mar y ser comestible? Al final son clasificaciones que no clasifican nada, pero enumeran caóticamente lo que, quizás, no debiera ser ordenado nunca en compartimentos estancos. A mí, la manía occidental de ordenar, categorizar, clasificar, establecer taxones y grupos en función de similitudes (a veces aparentes, ahora basadas en el sacrosanto ADN), me parece peligrosa pues da una falsa idea de simplicidad de la realidad. El reducirla a grupos comprensibles la esquematiza, nos hace perder matices. Los objetos y animales clasificados desconocen el lugar que les corresponde y, a menudo, se saltan las reglas mediante excepciones. Besitos princesa. Orden de las princesas que echan fuego por los ojos. De la Familia princesáceas regiis.

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